30 mar 2012

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27 mar 2012

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19 mar 2012

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18 mar 2012

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14 mar 2012

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7 mar 2012

EL JUEGO MAS PELIGROSO 3

Cap. 3 De copas
Con Víctor el trasnochador, disfrutaba de salidas nocturnas enloquecidas, de bailes desinhibidos, sexo perverso y  borracheras y resacas des-estresantes. Víctor era divertido y procaz, tenía un trabajo anodino en una oficina estatal, y necesitaba la noche para desprenderse del tedio y darle un sentido a su vida acomodada. Era capaz de hacerla reír y bailar como una posesa, de meterle mano en la pista bajo la falda, de comerle las tetas en una esquina. De arrodillarse ante ella en un portal y arrancarle las bragas con los dientes.
Era una relación desenfadada, sin tensión emocional, sexualmente abierta. Solo juerga y diversión, una liberación de la pasión intelectual y reprimida de Oscar y la sexualidad primaria de Raúl.
La mayoría de las veces, cuando llegaban al piso de él, caían redondos en la cama, ahítos de alcohol. Permanecían abrazados como niños hasta que el calor de sus cuerpos les hacía entrar en el juego incandescente y comenzaban a frotarse, acariciarse, besarse, lamerse.
Ella buscaba el miembro medio muerto de Víctor y con paciencia manual y bucal conseguía revivirlo. Disfrutaba enormemente haciéndolo, porque sabía que era ella la que lo endurecía. A Raúl solo le veía el pene en relativo reposo  tras el acto, y con Oscar solo había notado el bulto rampante tras el pantalón.
Y follaban, hasta que a Víctor se le bajaba.  Pero ella nunca se quedaba a medias, sabía que la serpiente intermitente de Victor podría volver a atacar.
Incapaz de empalmarse, en esos momentos, pero tremendamente excitado, Victor, caballeroso, ponía fin a la tensión de Stella masturbándola con la mano a la vez que le chupaba el clítoris sin tregua. En eso era el mejor. El si que tenía una lengua digna de “Mick Jagger”, “David Bowie” y “Elvis Presley” juntos.
Después, el muy guarro se sentaba a horcajadas sobre su pecho y se frotaba el pene ya erecto con sus senos, en su cara, en su boca y se la metía hasta el fondo para que ella se lo comiera.
Caliente y gorda le frotaba el paladar y ella disfrutaba de estos momentos de respiración contenida succionando con fruición.
Cuando Víctor estaba a punto de eyacular, sacaba el miembro de su boca cálida y profunda y comenzaba a meneárselo hasta que, entre gruñidos salvajes, esparcía ardientes gotas blancas sobre su cara su pelo su pecho, la almohada y la pared.
A Stella le encantaba que se corriera así,  salvaje y feliz, sobre sus tetas y su cara. Sentir las ardientes gotas golpeando sorpresivas y aleatorias su piel sensible  y expectante.
Era un sexo sin compromisos, aunque Víctor a veces se ponía pesado y no le bastaba una vez por semana. Ella aludía entonces a incesantes compromisos para evitarlo.
Y cuando quería estar tranquila quedaba con el gran amor de su vida, su hijo Manuel que con su novia Berta formaban una pareja envidiable -por ahora-, y se pasaba un día entero con ellos –por fortuna Berta era un encanto de chica y se llevaban fenomenal-, cocinando platos exóticos que solo ellos admiraban, o viendo pelis de terror, que les divertían a los tres, en el blu ray.
Pero cuando estaba muy tensa, nerviosa y enfadada, llamaba a Rafa, su ex, que vivía con una chica muchos años más joven que él, y le montaba un pollo.
Ese era un anclaje que no podía evitar, aun a costa del daño, Stella se quedaba más relajada que con un buen polvo.
Cada uno de los hombres de su vida era una pieza del puzle del hombre perfecto para ella,  de veras que le hubiera encantado tener uno solo, pero entonces hubiera tenido que renunciar a lo que le daban los demás. Y evidentemente no podía coserlos, unirlos, crear a la criatura de “Frankenstein”.
Stella no sabía no quería no podía, estar sola. Excepto en el baño, y aun así se miraba en el espejo y hablaba en alto para sentirse acompañada.


CONTINUARÁ...

5 mar 2012

EL JUEGO MÁS PELIGROSO 2

Cap. 2 Novios

Y tras su separación y la comprobación inequívoca de que el príncipe azul y el hombre perfecto no existen, decidió satisfacer y completar todas sus necesidades, carencias y exigencias con múltiples y diferentes amigos y amantes, con el peligro que ello conlleva.
Practicaba el juego más peligroso del mundo, la caza del hombre  y su coleccionismo. Había descubierto en esta poliandria secreta, la felicidad perdida tras años de matrimonio feliz y anodino.
Cada uno de sus amigos y amantes le daba algo que los otros no tenían, completando así, a trozos de hombre, el hombre perfecto soñado por Mary Shelley.
Con Raúl follaba como una loba en celo, sin previos, a lo bestia, penetración tras penetración postura tras postura, cambios que proponía ella ya que Raúl, al tener el cerebro localizado en el glande no era capaz de imaginar las miles de posibilidades de la mecánica del amor. Le bastaba con saber que el tornillo entra en la tuerca.
-Si presumes de parecerte a “Mick Jagger” deberías de practicar más con la lengua cariño, -le solía decir a menudo para incitarle al cunnilingus. –Anda ven aquí macho cabrío, arrodíllate ante tu bruja y prepara el templo del amor para el sacrificio.
Palabras vanas, ya que el atleta apenas entendía o se negaba a entender, y acostumbrado a dejarse llevar y disimular sus carencias ante las mujeres, daba tres lengüetazos con cierto asco –no pongas la boca donde metes la polla-, y la agarraba por el culo e izaba en el aire para ensartarla, con la suficiente virilidad como para suplir con creces a su lengua parca y escrupulosa.
Fuera de la cama era un hombre simple amable y viril aunque fanfarrón a solas, tímido en público, timidez que no le impedía ligar, le bastaba con su cuerpo de Espartaco que como una coraza le protegía de las inclemencias de las interrelaciones humanas.
Eran las ávidas féminas ansiosas de músculo y fibra las que le ligaban a él. Trabajaba como monitor de fitness en un par de gimnasios, y las clientas se peleaban por enjabonarle en las duchas, y enjuagarle para verle brillar. Poseedor del don de la potencia viril, se jactaba y se bastaba con su impresionante polla; pensaba que a sus partenaires les encajaba y sobraba con el acto puro y duro dejando de lado las infinitas sutilezas de las artes amatorias, necesarias e imprescindibles armas para amantes menos dotados.
Aunque poco a poco, encuentro tras encuentro con diferentes féminas, había tenido que acceder a sus curiosos –para él- requerimientos, y había aprendido algunos truquitos –je je- como cenar antes –solía encargar la comida preparada a un catering de lujo- poner velas aunque odiaba el fuego, estimular los pezones, antes solo agarraba las tetas como asidero para bien meterla, acariciar despacio, preparar a la victima con halagos, que quedaban forzados, y repetía siempre frases de alguna película barata, besar con pasión contenida y no como si sorbieras comida…
Todo por el fin último y único, rellenar ese agujero prieto y caliente. Aunque no podía evitar el asco de la humedad excesiva de la vulva en pleno orgasmo.
Sin embargo con Oscar, Stella gozaba de un amor cortés, al estilo medieval, él era su trovador y ella su dama, nunca habían consumado el acto porque él pensaba que si no follaban no le estaría poniendo los cuernos a su mujer, así las efímeras caricias eran completadas con conversaciones tan imaginativas como inteligentes de sexo verbal. Oscar tenía el sexo en el cerebro y su portentosa imaginación era capaz de trasladarla a un mundo mágico lleno de fantasías y pasión.
Cuando volvía a casa Stella se enredaba con la almohada y el onírico discurso de la tarde. Su mano ansiosa buscaba su sexo violentado y enrojecido por las palabras procaces de Oscar, sumergiéndose en el laberinto sexual de la mente hasta llegar al clímax más sensual y personal que existe.
Oscar saludaba a su mujer con angustia contenida, la acariciaba aunque ella no estuviera bonita con la bata de estar por casa, y sin hablar la seducía con las manos y el cuerpo antes reprimido hasta hacerla caer en el abismo. Emma, que a veces intentaba zafarse, finalmente se dejaba hacer y acababa por entregarse allí mismo en la cocina.
Oscar, vamos a la cama, sabes que aquí no me gusta, es incómodo.
-Estamos bien nena.
-No cariño además estoy fea, anda vamos al cuarto, me pongo guapa y…
-Tú nunca estás fea mi vida.
-Para ti, pero yo no me veo bien.
-Aquí abajo estás muy guapa –le había abierto la bata y medio bajado las bragas-, anda sigamos…
-¡Que no!
Oscar suspiró. Y la soltó para irse a cambiar al dormitorio. Aunque evidentemente su mujer y la bata no combinaban bien, no le importaba, el saber que bajo la bata solo había bragas y sostén le ponía cachondo.
-No te enfades.
-No me enfado.
-¿Pues no sé porque te enfadas?


CONTINUARÁ...