| | os orígenes de lo fantástico y lo imaginario se pierden en el tiempo, y están profundamente arraigados en la historia del hombre, y especialmente en la historia del arte. Es una forma de inventar otra realidad dentro de la realidad empírica que nos rodea. |
La cual nos da cierto grado de dominio etéreo sobre la percepción de las cosas a nuestro alrededor. El artista, de esta forma, nos ofrece una puerta de escape del mundo, real, hábil y seductora, donde nos expone una imagen de todo lo que sea posible desarrollar en su imaginación… en su mundo interior. Una mezcla entre este concepto y la ciencia da como resultado la ciencia-ficción, género donde los rasgos fantásticos necesitan de una cierta sofisticación inherente, y visión técnica- en muchos casos de futuro- que se sirve de una inspiración muy particular.
Ilustración de un anuncio de principios de siglo XX
Multitud de creadores de arte habían desarrollado este género, especialmente en la literatura, sin embargo; y a pesar de que hacía muchos años ya desde que había visto la luz el invento del primer cómic reconocido como tal (Yellow Kid 1896), no fue hasta la edición de la revista (pulp) Amazing Stories, a mediados de los años veinte, cuando se inició una obra verdaderamente importante de sci-fi ilustrada; cuyos relatos sentaban las bases primerizas para el nuevo género visual que se estaba gestando.
Yelow Kid, según algunos, el primer cómic de la historia del noveno arte.
El iniciador de este gen fue sin duda el dibujante Frank R. Paul, que, con su brillantez y mente despierta, hizo asimilar a los fans de la imaginería lo que después, en los años subsiguientes, iba a ser una “invasión” de la sci-fi en muchos ámbitos del arte y la comunicación. Así, unos años más tarde, ya no son los marcianos los que atacan la tierra, como había relatado H.G.Wells, sino que el cómic se encarga de trasladar las fantasías de millones de mentes subyugadas a la extensión estelar, con Buck Rogers (1929) y posteriormente Flash Gordon (1934) de Alex Raymond, una de las series de cómic más laureadas de la historia, que precedió a otra no menos importante: Superman (1938) de Siegel y Shuster, el que sería el primer superhéroe de la historia.
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