Manuscrito encontrado en una chimenea.
El retrato de Alicia en el caballete, esperando a terminar el dibujo para empezar a manchar. Varios dibujos en Photoshop para acabar los volúmenes. Actualizaciones pendientes en el blog y en el site. Trabajo pendiente, pero el caso es que el cuaderno me llamaba, y haciendo caso de mis instintos más primarios, curiosidad e intriga, comencé a hojear mi extraño hallazgo.
Lo que al principio pensé que era obra de una sola persona, no era así y pude comprobar que solo los textos pertenecían al primer dueño del cuaderno. Los dibujos hentai y algunos garabatos pertenecían al menos a dos personas más, tal vez un chico aficionado al manga más obsceno, y algún colega posterior que había remarcado en rojo algunos dibujos e intentado garabatear sin gracia otros. Así que me dediqué por completo a los textos.
Había notas bastante precisas sobre algunas ideas de narración, inconclusas, pero con muchas posibilidades; y una bastante acabada con algunas correcciones.
Trasladé el texto de esta historia tal y como aparecía en el cuaderno al “Word”, palabra por palabra, y lo releí un par de veces, después hice una copia donde anoté mis propias correcciones en cuando a contradicciones, gramática o párrafos deslavazados, en tinta roja.
Dudé mucho acerca de lo que estaba haciendo, mi corrección de estilo, su posible publicación. No conocía el autor, cómo hacerlo.
También pensé que, si tan extraño y sobrecogedor relato se había salvado de la quema, merecía ser publicado y leído.
En mis elucubraciones, imagine que un curioso homeless había pasado alguna noche refugiado en la nave-disco y que tal vez había perdido el cuaderno o se lo habían quitado. Los chavales no suelen usar ese tipo de cuadernos Moleskine.
Ajuste las correcciones al mínimo, incluso no intenté resolver las misteriosas incongruencias del relato y di por finalizada mi edición tras ponerle título, ya que no tenía y lo tomé de una descripción del segundo párrafo, y ahora os lo ofrezco para que lo leáis.
Juzgad por vosotros mismos:
Lo que al principio pensé que era obra de una sola persona, no era así y pude comprobar que solo los textos pertenecían al primer dueño del cuaderno. Los dibujos hentai y algunos garabatos pertenecían al menos a dos personas más, tal vez un chico aficionado al manga más obsceno, y algún colega posterior que había remarcado en rojo algunos dibujos e intentado garabatear sin gracia otros. Así que me dediqué por completo a los textos.
Había notas bastante precisas sobre algunas ideas de narración, inconclusas, pero con muchas posibilidades; y una bastante acabada con algunas correcciones.
Trasladé el texto de esta historia tal y como aparecía en el cuaderno al “Word”, palabra por palabra, y lo releí un par de veces, después hice una copia donde anoté mis propias correcciones en cuando a contradicciones, gramática o párrafos deslavazados, en tinta roja.
Dudé mucho acerca de lo que estaba haciendo, mi corrección de estilo, su posible publicación. No conocía el autor, cómo hacerlo.
También pensé que, si tan extraño y sobrecogedor relato se había salvado de la quema, merecía ser publicado y leído.
En mis elucubraciones, imagine que un curioso homeless había pasado alguna noche refugiado en la nave-disco y que tal vez había perdido el cuaderno o se lo habían quitado. Los chavales no suelen usar ese tipo de cuadernos Moleskine.
Ajuste las correcciones al mínimo, incluso no intenté resolver las misteriosas incongruencias del relato y di por finalizada mi edición tras ponerle título, ya que no tenía y lo tomé de una descripción del segundo párrafo, y ahora os lo ofrezco para que lo leáis.
Juzgad por vosotros mismos:
LA MUJER EN EL UMBRAL –anónimo-
Cuando Pedro -de niño-, viajaba en tren, se dejaba llevar por extrañas ensoñaciones, sobre todo por la noche, cuando insomne paseaba por los pasillos, se detenía ante la ventana contigua al compartimento que ocupaba con su familia y apoyado en la barra de la ventana observaba el paisaje pasar ante sus ojos.
Pegaba la cara al cristal y le encantaba mirar los pueblos teñidos de amarillo, al pasar del tren, recortados en la oscuridad de la noche, casas oscuras, calles solitarias, la sombra de un perro, las viejas farolas de plato meneándose en aire. Una vez creyó ver una mujer, su silueta, recortada contra el quicio de una puerta iluminada de naranja. Era una mujer bella y deseable, su silueta indescifrable prometía un cuerpo esbelto y felino cargado de sensualidad y oscuros placeres. Cosa que el todavía no comprendía en absoluto.
Pegaba la cara al cristal y le encantaba mirar los pueblos teñidos de amarillo, al pasar del tren, recortados en la oscuridad de la noche, casas oscuras, calles solitarias, la sombra de un perro, las viejas farolas de plato meneándose en aire. Una vez creyó ver una mujer, su silueta, recortada contra el quicio de una puerta iluminada de naranja. Era una mujer bella y deseable, su silueta indescifrable prometía un cuerpo esbelto y felino cargado de sensualidad y oscuros placeres. Cosa que el todavía no comprendía en absoluto.
Continuará.
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