Evidentemente acostumbrado a los comics franco-belgas
de aventuras en los que el sexo o el erotismo brillaban por su ausencia –¡todo
Tintín en mi cabeza, la Castafiore! Alix y Enac! Blueberry un día encontró a
Chihuahua Perl!, …no más-.
Donde la aventura y el compañerismo masculino priman -sombrías sospechas de
homosexualidad-, el planteamiento
argumental del Corsario de Hierro o de Conan, -salvando las distancias- está
cargado de referencias sexuales tanto explicitas como implícitas.
Los Relatos Salvajes de la Marvel
comenzaron a publicar historias en las que el erotismo quedaba patente a través
de las aptitudes de los personajes, la ambientación, las chicas insinuantes
ligeras de ropa. Violencia salvaje y deseo contenido, insinuaciones de trato
sexual. Sexo y fantasia, otro tándem interesante.
Conan
y Drácula seguían esta pauta.Pero el Drácula que realmente me excitó en aquella época fue una historia de Neal Adams en la que se narra cómo Dracula se convierte en vampiro. Evidentemente las imágenes de la hammer de las películas de Dracula también flotan en mi cabeza… Pero no las dejemos entrar, no es el caso.
De Conan, las magníficas portadas de Frazetta, Boris Vallejo… el dibujo de Barry Windsor-Smith, Alfredo Alcala, Neal Adams o Jonh Buscema…
Y
como buen coleccionista adicto al sexo gráfico, incluí al bárbaro en mi
biblioteca. No hay tanto sexo en los comics de Conan como cabría esperar, pero
se intuye, se masca en el ambiente. La sangre, la violencia y la
carnalidad fluyen por sus páginas,
independientemente del artista que le de vida, aunque tengo mis preferidos: Barry Windsor-Smith y Alfredo Alcala.
A
mí, las historias de Conan me trasladan siempre a un mundo onírico, donde la
magia, el erotismo y la aventura más escalofriante son posibles. Aunque si
puedes leer los relatos auténticos de Howard, mejor que mejor.
Porque
realmente es difícil construir una historia con solo sexo. Hace falta algo más,
pasión intriga, aventura, misterio… Como la vida misma.
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