-Le veo un poco alicaído, Froid. –dijo el profesor Vanhelsin al ver aparecer a su colega en la terraza donde se servían los desayunos.
-Estoy perfectamente. Gracias.
Y se sentó a la mesa mientras una camarera pelirroja y ceñida en negro le servía un humeante y espléndido café.
-Seguro que sí. -sonrió Vanhelsin mientras mojaba un bollito de polenta en su café con leche- Que su vampira mesonera le ha dado la noche… ¡Una mujer de armas tomar! ¿Eh?
-¿Qué es todo esto? -Exclamó Froid señalando la enorme bandeja central repleta de bollos, tocino, huevos fritos…
-Buiz Ardelenesc, comida de pastores… con mucha enjundia tras una noche de lujuria y desenfreno. -Jaleó Vanhelsin que parecía haber rejuvenecido tras la noche con la vampira Top Model, mientras que por el contrario, Froid se mostraba apagado, preocupado.
-Buff, no me entra nada Vanhelsin, estoy dándole vueltas a algo… Algo que no encaja en nuestra teoría.
-¿Qué teoría querido amigo?
-La de los amantes vampiros… -El rostro sombrío de Froid quedaba medio oculto por la taza que se acababa de llevar a los labios.
-Bah, teorías, elucubraciones de dos prejubilados que se gastan la pensión en un burdel exótico. –Exclamó Vanhelsin con sorna. Y siguió zampando.
-No se ría colega, no son elucubraciones, hay algo más, esa mujer, esa vampira…
-No me diga más. ¡Se ha dejado besar!
-¡Qué va! No, no es eso. –Mintió Froid, y partió un bollito en dos y lo mojó en la yema de un huevo- Hum está muy rico, qué lleva dentro, queso…
-De oveja. Fresco.
-Delicioso. Estoy llegando a la conclusión –continuó Froid- de que los vampiros también son victimas…
-Evidentemente, alguien les contagió. Nadie nace vampiro.
-Sí, creo que son víctimas de sí mismos, de su entorno, de su irrealidad. Se sienten incapaces de amar. Su entorno les abruma de tal manera que el acercamiento amoroso de su víctima les aturde, les ahoga. Al final, prefieren estar solos en su mundo de pesadilla. Que compartir el horror con sus amantes, aunque en el fondo les quieran y necesiten.
-No consigo comprenderle. ¿Quiere decir que los vampiros aman a sus víctimas?
-Si, a su manera. Verá, los vampiros piensan que están condenados, que la víctima elegida no podrá salvarles, o eso creen. Incluso se ven a sí mismo como seres terribles que nadie está obligado a soportar, y entonces prefieren estar solos, liberan a su víctima de golpe y se encierran en su irrealidad.
-¿Y la victima al sentirse sola se convierte en vampiro?
-Posiblemente.
Vanhelsin se quedó pensativo con medio bollo en la mano. La camarera de negro de deslizaba por la terraza y le sonreía mostrado sus blancos colmillos. Camarera de día, Top Model de noche.
-Me temo amigo mío que tiene usted el síndrome de Lancelot.
-¿El síndrome de qué?
-Lancelot, Don Quijote… que más dá. Discúlpeme, pero creo que va usted por la vida como un caballero andante salvando damiselas en peligro. Todas esas teorías suyas…
-¿A mi edad?
-Lancelot era joven, pero Don Quijote tenía la cincuentena cuando se enfrentó al mundo, entre comillas. La edad del cuerpo es a veces inversamente proporcional a la del espíritu. Y usted siempre será un niño con espada y armadura sorteando peligros y liberando damiselas aunque sean vampiras.
Froid se quedó mirando las montañas. El bosque subiendo las laderas, el pequeño valle en medio, verde brillante, la casona rural. Pensó que tal vez la vampira estaba allí afanada en sus labores de campesina.
Si, se había dejado besar. Pero no le importaba en absoluto. Pronto sería vampiro y se elevaría sobre el suelo, flotaría entre el bien y el mal, sin temor a la muerte, al dolor o la vida.
-¡¡Froid, Froid, baje de las nubes!!
- ¡Que pasa!
-¡Un Wasapp de la oficina central, nos recontratan!
-¡No me joda Vanhelsin! Ahora que estaba disfrutando.
-¡Tenemos que volver! ¡Se acabaron las vacaciones!
Se levantaron de la mesa abrochándose los pantalones.
-¡Usted y su manía de tener el smartphone operativo! Gruñó Froid.
Mientras se componían el decimonónico aspecto las dos vampiras surgieron de debajo de la mesa limpiándose los labios.
-Una lástima señores… pero pueden volver cuando quieran. -Dijo la vampira Top Model recorriendo su cuerpo sugerente con las manos.
-O convocarnos –susurró con voz ronca la vampira mesonera mientras se ajustaba el corpiño y sus pechos daban un brinco- Solo hace falta cerrar los ojos.
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