Siempre he querido
disfrazarme de esqueleto, pero acabo disfrazándome de canalla.
Malevo, pirata, penitente,
gangster, jeque, vampiro, lobo, “Casanova”.
Aunque tal vez debiera de
haberme disfrazado de esclavo –no confundir con el sado-maso-, esclavo
currante, digo, que es lo que se lleva ahora... Pero no me lo hubiera pasado tan bien.
En la fiesta:
Helena de Troya jugaba con
Robespierre a cortar zanahorias con una guillotina de puros, María Antonieta perdía
la cabeza por un chulazo vestido de Peter Pan que no paraba de magrear los
muslos de Cenicienta. Dos esclavos egipcios construían una pirámide mientras Cleopatra
esnifaba en un espejito mágico. Madam Butterfly hacía un striptís iluminada por
un foco ante el coro de cautivos inmigrantes rumanos.
Su cuerpo desnudo repleto
de grafitis obscenos.
El Capitán Kirk besaba a
un azorado Mr. Spok.
Mozart enloquecido tocaba
el acordeón de los pechos de Mesalina, mientras dos Senadores Romanos se
jugaban a las tabas el imperio de occidente.
Y de repente una banda de Corruptos
Trajeados de Higo Bus irrumpió para intentar cobrarnos el impuesto
estatal-revolucionario con iva añadido porque la diversión es un bien
ejecutable. Punible.
Dos enfermeras en huelga
les sacaron los ojos para hacerles ver la luz. Y les privatizamos dentro de un
congelador para enfriarles el mono de money.
Acabé en un rincón besándome
con caperucita-loba.
Mientras los demás, con algarabía, coreaban a la Madrastra -más bella
que nunca- haciendo feliz por fin a Blancanieves.
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